La importancia de congregarnos

El edificio abandonado de una comunidad de fe queda,
perdido en algún lugar del mapa bonaerense como
mudo testigo de lo que fue y no es. Vacío,
con algunos bancos, el púlpito, polvo... ¿Qué pasó?
La pertenencia a una familia


Dios nos creó para vivir en comunidad, para relacionarnos con otras personas, en la comunión, para tener una familia. La palabra de Dios dice que a partir de recibir a Cristo como Salvador y Señor, "ahora son de la familia de Dios". (Efesios 2:19), "los que pertenecemos a la iglesia, que es la familia del Dios vivo", (1a. Timoteo 3:15).


Aún en el Edén, antes de la caída del hombre, Dios, mirando a Adán dijo "no es bueno que el hombre esté solo", (Génesis 2:18) y le proveyó una compañera para que se relacionen y formen una familia, la primera de todo el planeta.


Formamos un cuerpo, ya no podemos valernos por nosotros mismos. Es verdad que nuestra relación con Dios es personal, (la podríamos graficar con una línea vertical Dios-hombre-Dios), pero esa relación no es de índole "privada". (Romanos 12:5; 1a. Corintios 12:12; Efesios 2:21-22: 3:6). La Iglesia es un cuerpo, no un edificio. Un organismo vivo, no una organización. Está compuesta por órganos vitales y vivos interconectados entre sí.


Dios te creó para desempeñar un papel específico en su cuerpo, por eso debes estar vinculado a una iglesia viva y local. De lo contrario, perderás el propósito de Dios para tu vida. "El cuerpo humano está compuesto de muchas partes, pero no todas ellas tienen la misma función. Algo parecido pasa con nosotros como iglesia: aunque somos muchos, todos juntos formamos el cuerpo de Cristo". (Romanos 12:4-5).

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