¡Sigue adelante! ¡Persevera! ¡No te rindas!

En 2ª Timoteo 3:14-15 dice: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.”

Pablo aconseja a su discípulo Timoteo a persistir, a perseverar en lo aprendido, y él había aprendido la Palabra desde pequeño y tenía el ejemplo del apóstol Pablo, quien había sufrido persecuciones, padecimientos, sufrimientos, (v.11). Timoteo había seguido paso a paso las enseñanzas de Pablo, su manera de vivir, su propósito, su fe, su paciencia, su amor, y su constancia, (v.10). Y ahora era animado a permanecer firme en la Palabra de Dios, sabiendo que todo aquel que se proponga vivir piadosamente, vivir para agradar a Dios, sufrirá algún tipo de persecución.

En Hechos 1.14 se nos dice que los discípulos perseveraban unánimes en oración y ruego, estaban las mujeres, María la madre de Jesús, los hermanos de Jesús…

Para perseverar en Cristo es fundamental perseverar en la Palabra y perseverar en la oración, tenés que desarrollar tu vida en la Palabra y una vida de oración.

En el mismo libro de los Hechos, luego del bautismo del ES en Pentecostés, se deja constancia que la Iglesia era una Iglesia llena de vitalidad, llena de fuerza, llena de poder. ¿Por qué? Porque perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la enseñanza, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. (Hechos 2.42; 46).

Los cristianos perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alababan a Dios, tenían favor ante el pueblo…

Para perseverar en Cristo es fundamental tener comunión, congregarse con los hermanos en la fe, desarrollar una pertenencia a una comunidad de fe llamada Iglesia.

Las hostilidades van a venir, el enemigo tratará de desanimarte, de provocarte al desánimo, de que abandones la lucha. El diablo va a hacer todo lo posible para que presentes tu renuncia.

Dice que un día Satanás hizo una venta de cosas usadas y vendió todas las viejas herramientas que había estado usando durante años. Pero en una esquina había una a la cual él le daba un valor especial, así que le puso un precio más alto que a todas las otras juntas. En realidad, no la quería vender. La herramienta era el desaliento. El sabía que esa herramienta funcionaba cada vez que la usaba, así que se quedó con ella.

Tal vez nunca te engañe ni te tiente a la inmoralidad, pero sí te puede desalentar. Satanás sabe que un cristiano desalentado es un cristiano ineficaz. Cuando permitimos que nos gane el desaliento es porque hemos apartado los ojos del Señor para ponerlos en las circunstancias. Como Satanás no vendió esa herramienta, la sigue usando hasta hoy.

Cuando nos damos por vencidos, ¡el diablo gana! No te des por vencido!

¿Qué meta o qué sueño el diablo quiere que abandones? ¿En qué área te está susurrando al oído?: “¡Déjalo, nunca vas a lograr nada!” ¿Se trata del esfuerzo de leer toda la Biblia en un año? ¿De esos estudios que quieres terminar? ¿De un sueño? ¿De tu matrimonio? ¿De una idea? ¿De un proyecto? ¿De un ministerio en la Iglesia?

¿Qué quiere que dejes de hacer? ¿Qué dejes de congregarte, que dejes de participar en la célula?

Cuando sabes cuál es la meta del enemigo, sabes cuáles van a ser sus trucos, sus artimañas. ¿Qué vas a hacer?

¡Tienes que seguir adelante!

“Sigue adelante. No hay nada que pueda sustituir a la perseverancia. El talento no la sustituye, no hay nada más corriente que los hombres con talento que fracasan. El genio no la sustituye, el genio mal recompensado es casi proverbial. Los estudios tampoco la sustituyen, el mundo está repleto de incompetentes con estudios. Solo la perseverancia y la firmeza constituyen el poder que lo vence todo.” Calvin Coolidge, presidente de los EU de 1923 a 1929
Los líderes son modelo de perseverancia
Un cristiano escribió cierta vez:

No me rendiré
Deseo abandonar, mas no lo haré,
Pues de día y de noche
Por Dios y por el bien
Todavía hay batallas que luchar.

Deseo abandonar, mas no lo haré,
Aunque enfermo me siento y es verdad,
Preocupado y sin ánimo, lo sé
Cansado y abatido y tanto más
A mi mismo me animo: ¡No lo haré!

No podría rendirme: ¡No jamás!
Mi armadura en el suelo no veré,
No me veré yaciendo derrotado,
Deseo abandonar, mas no lo haré.

Que este sea mi ruego y mi cantar
Que Dios me fortalezca al caminar
Para seguir luchando contra el mal
Aunque desee rendirme ¡no lo haré!

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