Esquel, te amamos


Desde hace un tiempo en nuestra ciudad suceden cosas desagradables que antes no ocurrían: asaltos a mano armada, desaparición de personas, robos con violencia, en el centro y a plena luz del día.

En estos días nos estremece y nos duele lo ocurrido con un jovencito de Esquel que murió de forma muy desagradable, lejos de los suyos, sin tener nadie que lo defienda. En nuestra congregación estamos orando por sus padres y hermanos para que sean consolados y el Espíritu Santo los sane y reconforte. Sobre todo para que alcancen la gracia salvadora que se manifiesta en Jesucristo.

Las explicaciones de la justicia y la policía son como las conferencias de prensa del director técnico de Rácing, que -lamento decirlo y no quiero ofender a los hinchas de ese club ni estoy emitiendo juicio sobre los funcionarios- casi siempre pierde. Tenemos muchas explicaciones y declaraciones pero los amigos de lo ajeno siguen minando nuestra ciudad. Hay muchas palabras pero seguimos perdiendo el partido. Los altisonantes reclamos del gobernador para que haya más justicia son recurrentes, parecen tener asidero en la realidad.

Y acá están en juego la integridad de las familias y los bienes, la tranquilidad y la paz, la vida de las personas más vulnerables como los niños, las mujeres y los ancianos especialmente.

Un ministro provincial y los comerciantes quieren declarar a nuestra ciudad como "segura". Podría serlo frente a los índices delictivos de una ciudad grande como Trelew, o Bariloche, o Neuquén. Pero para las víctimas de la inseguridad, de los casos no resueltos, de los que sufrieron los golpes, de los que ven a los delincuentes entrar por una puerta y salir por otra, no existe tal "seguridad," existe impunidad.

La Iglesia en Esquel, estamos orando y clamando a Dios por esta hermosa ciudad. También predicamos el Evangelio (buenas noticias) que consiste básicamente en que "...tanto amó Dios al mundo, que dió a su Hijo unigénito para que todo el que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16, NVI). Somos instrumentos -por la gracia de Dios- embajadores de Cristo, para que muchos -en lo posible todos- reciban la Salvación y la vida eterna que sólo se encuentra en Jesucristo.

Somos testigos del cambio primero en nosotros mismos, luego en otras personas, en las familias, en la sociedad. Porque el que está en Cristo se transforma en una nueva creación donde las cosas viejas pasan, quedan atrás y todo lo que se produce a partir de ahí, es nuevo.

Nuestra ciudad no necesita tanto más patrulleros, ni más calabozos, policías o armas. Cámaras de seguridad, rejas, ordenanzas o leyes nuevas.

Nuestra ciudad necesita un cambio profundo, un cambio de raíz. Este cambio no lo produce la educación, el que todos tengan trabajo y comida aunque es sumamente necesario contar con estas cosas.

El cambio se produce en la persona que se reconoce pecadora y acude a Cristo. Que es consciente de su imposibilidad de lograr una mejor forma de vida si continúa con sus málos hábitos, con un estilo y una cultura contrarias a Cristo. Que entonces recibe el amor, el perdón, la salvación que generosamente Dios en la persona de su Hijo le alcanza.

Todos lo necesitamos.

Hoy es el día apropiado para un arrepentimiento genuino. Hoy aún hay tiempo de cambiar. Nos merecemos un cambio. Nuestra ciudad se lo merece también después de todas las peripecias que venimos pasando desde que comenzó este año 2008.

Si oyes hoy su voz no endurezcas tu corazón. Jesús te ama. No importa qué tan bajo has caído, ni el problema, enfermedad o sufrimiento por el cual estás pasando. Para Dios no hay nada imposible.

Esquel: ¡Jesús te ama!. Vuelve a Cristo para experimentar la bendición y la paz.

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