No juzgar. El uso de una vara que se vuelve en nuestra contra

Uno de los mayores énfasis en las enseñanzas de Jesús es cómo construir y mantener correctas relaciones con Dios y con los semejantes. El Señor ve estas relaciones como la esencia de la cual está hecha la vida. Conocer a Dios es nuestra máxima prioridad pero el procurarlo no debe reemplazar o disminuir nuestras relaciones con los demás.

Cristo no prohíbe la expresión de opiniones, ni que condenemos lo que está mal hecho. Lo que prohíbe es la censura implacable que pasa por alto las faltas propias mientras se asume el papel de supremo juez de los pecados de los demás.

Leemos el Evangelio de Mateo capítulo 7 versos 1 al 6:
"No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: Déjame sacarte la astilla del ojo, cuando ahí tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano. No den lo sagrado a los perros, no sea que se vuelvan contra ustedes y los despedacen; ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen."

Nuestra relación personal con Dios debe hacer surgir en nosotros las cualidades de carácter que edifican y sostienen todas nuestras relaciones.

Corrige tus faltas y resuelve tus propios problemas antes de intentar corregir las faltas de otros y deja que cualquier actitud de juzgar a otros te señale la necesidad de examinarte a ti mismo por cosas que te molestan de los demás.

Cada uno debe examinarse a sí mismo pues cada uno tendrá que responder de sí mismo, no de otros, ante el tribunal de Cristo. (1a. Corintios 11:28,31).

El orgullo personal tienen a cubrir los propios defectos proyectándolos sobre los demás. Un viejo proverbio secular dice:

"Cree el ladrón que son todos de su condición".

El escritor francés Thibon dice que al juzgar temerariamente "cada uno proyecta hacia el prójimo la parte de criminal que él mismo lleva dentro".

Tampoco podemos juzgar las intenciones del corazón, las motivaciones que mueven a las personas a llevar a cabo tal o cual actitud, pues sólo Dios penetra allí, no debemos juzgar sin misericordia, sin justicia, sin reflexión.

¿Quién eres tú para juzgar a tu prójimo? (Romanos 14.10,13; Santiago 4:11-12)No juzgar para no ser juzgado. 1a. Corintios 4.5

EB

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