A libertad fuimos llamados

Jesús declaró que vino a publicar libertad a los cautivos y a poner en libertad a los oprimidos (Isaías 42.7). De ser esclavos (del pecado) pasamos a ser hijos y por lo tanto herederos de Dios por medio de Cristo.

No hemos recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que hemos recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Romanos 8.15).

"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios." (Romanos 8.16). Se trata de una convicción, de una seguridad, de fe, confianza, es un testimonio que viene del Espíritu Santo.

Esta libertad que Dios nos ha regalado le costó a él la vida de su único hijo: Jesucristo. No debe ser usada para dar rienda suelta a los deseos carnales.
La libertad cristiana, no consiste en eliminar toda baarrera o límite moral, sino que es la libertad de servirse unos a otros en amor.

Como libres debemos vivir pues eso es lo que somos: LIBRES en Cristo, no usando esta libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. El pecado vendrá una y otra vez a golpear a tu puerta, pero no lo dejes entrar, porque su deseo es esclavizarte otra vez, hacerte esclavo del pecado y así perder la libertad que Dios te dio.

¡Estás libre!

Eres libre para no obedecer al pecado, sino escoger obedecer a Cristo, para sujetarte a El.
Eres libre para vivir no haciendo tu voluntad, sino la voluntad de Dios.
Eres libre para estar sujeto y en obediencia a las autoridades de la Iglesia.
Libre para servir a tus hermanos.
Libre para que el Espíritu Santo produzca en tu vida los frutos que sólo Él produce.
Libre para testificar a otros acerca de tu fe en Cristo.

Antes eras esclavo de los rudimentos mundanos, es decir de toda una concepción cultural acerca de la vida, acerca de las relaciones interpersonales, del trabajo, del descanso, del noviazgo, del matrimonio, de la familia, de Dios. Toda una forma de pensamiento hasta quizás religiosa, pero anticristiana, contraria a Dios, porque al fin y al cabo provenía del padre de mentira, el diablo, que es quien tiene bajo su control este sistema mundano el cual es contrario a nuestra fe.

¡Pero ahora eres libre! Estás viviendo en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. (Romanos 8.21).

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