La razón de una elección

Fuimos elegidos para anunciar las virtudes de Jesucristo.

"Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido."

(1º Pedro capítulo 2 versículos 9 y 10, Nueva Versión Internacional).

Fuimos sacados del reino de las tinieblas y traídos por la gracia salvadora de Jesucristo, al Reino de Dios. De ser una basura, una escoria, transformados en sacerdotes al servicio del Rey, una nación santa, un pueblo cuyo dueño es Dios quien no lo ha adquirido sin precio, sino a través del pago de un gran precio: la sangre de su Hijo Jesucristo.

Un linaje especial, una raza especial, distinta. Aunque estamos en este mundo, no somos de él, estamos peregrinando por eso somos llamados a abstenernos de los deseos carnales porque éstos batallan contra el Espíritu.

La razón por la que fuimos llamados, o mejor dicho el propósito para el cual fuimos llamados no pasa por estar cómodos, calentitos y seguros en las bancas de una iglesia. Sabiendo que nuestro nombre está anotado en el Libro de la Vida y que nada ni nadie nos apartará del Amor de Dios.

El propósito ineludible contenido en la Gran Comisión (Mateo capítulo 28) es anunciar, proclamar, testificar, predicar, contar las obras maravillosas de Dios. ¿En dónde se producen esas obras? Primero que nada en nosotros mismos. El cambio que solamente el Espíritu Santo pudo hacer al sacarnos de las tinieblas y traernos a la luz.

¿A quién contarlas primero? En Jerusalén (Lucas 24:47). En mi propia familia primero, en mi círculo más íntimo, en los amigos,compañeros de trabajo y vecinos después y a toda la ciudad y a todo el mundo.

Algunos cristianos deben pensar que necesitan "grandes cosas" (¿Cuáles son "grandes" y cuáles "chicas"?) para recién testificar. Porque pasa el tiempo y no le predican a nadie, no traen nadie a Cristo ni siquiera invitan una persona, a veces ni siquiera traen a sus propios hijos a la iglesia.

Necesitamos contar las cosas sencillas que Dios hizo en nuestras vidas. Yo recuerdo que aún siendo de "cuna cristiana" en mi adolescencia, lejos del Señor, tenía pesadillas, no tenía paz, era terrible, estaba como atormentado. Cuando me reencontré con el Señor se fueron las pesadillas.
Muy bien, mucha gente necesita pastillas para dormir, porque no tiene paz. Aquellos que tenemos paz para descansar, sin necesidad de pastillas ni nada más que un corazón rendido a Cristo y una oración, he ahí tenemos un testimonio.

Podemos testificar acerca de la Fidelidad y el Amor de Dios en el cuidado para nuestras vidas en los viajes, en la calle, en su provisión diaria de sustento y abrigo. Podemos contar las promesas que El nos ha dado, las oraciones contestadas, los milagros de cada día.

Y como dijo el poeta, no me alcanzaría la vida para contar todas tus obras.

La verdad que si todos pusiéramos en práctica este mandamiento que nos dejara el apóstol Pedro, nuestras iglesias crecerían exponencialmente. Llegará el día pronto que hablaremos sí o sí porque este mundo acaba aunque la Palabra de Dios permanece para siempre.

A Dios sea toda la Gloria

(Otras citas: Deuteronomio 10:12-22; Hechos 26:16-18)
Esteban Blanco

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