El valor de la honestidad

La honestidad es un bien preciado y escaso en nuestra sociedad. Uno de los ámbitos donde se nota terriblemente su ausencia es en el ámbito económico-financiero y en la educación.

En los negocios siempre hay excusas aparentemente con fundamento para subir los precios, por ejemplo en estos días es un abuso como van subiendo las tarifas de los pasajes en las empresas de larga distancia a lo largo y ancho del país. Aunque el combustible no subió, ni mejoró la seguridad en las rutas ni el servicio a bordo, suben los pasajes porque alguna razón para la codicia debe haber.

Los artículos no solo que suben los precios que debemos pagar, sino que muchos de ellos vienen en envases más chicos. Falta de honestidad.


En la Universidad se enseñan conceptos e ideas de Keynes, Marx, de Stanley Fischer y Rudiger Dornbusch, entre otros, pero no se enseña la honestidad.
La honestidad es la base para una fructífera relación entre las personas.
"Esperame a las 18 que estoy ahí y te llevo lo que me prestaste..." dice una persona a otra. Esta otra persona lo espera y lo espera en vano. Finalmente después de mucho esperar debe seguir con sus cosas imaginando qué habrá pasado y sintiéndose defraudada.

También están los que prometen realizar un determinado trabajo de determinada forma y características por un precio acordado con otro y después aparecen las sorpresas cuando el trabajo no es realizado tal como se prometió pero se desea cobrar lo pactado.

Falta de honestidad.

Dios no bendice a los deshonestos.

Lamentablemente en el ámbito cristiano también carecemos de honestidad. El valor de la palabra se diluye cuando se promete hacer algo y no se lo hace. Peor es cuando la promesa se repite a lo largo de un tiempo y se repiten las excusas y las mentiras también.

Tendremos que dar cuenta a Dios de la falta de honestidad.

Los que somos honestos podremos escuchar -por la gracia de Dios- un día: "Bien buen siervo y fiel, en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor."

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