La ley necesita la fuerza

El hombre que mató a  Liberty Valance 

A la pequeña población de Shinbone, en la frontera oeste, viajaba destinado el flamante abogado Ransom Stoddard (James Stewart) , cuando su vehículo fue asaltado por un grupo de cuatreros, mandados por Liberty Valance (Lee Marvin), que le robaron y golpearon. 

El joven licenciado en derecho iba precisamente a su destino con el propósito de instaurar allí la ley y el orden, cuando sucedió el asalto. Un suceso que retrata el choque de dos mundos: el del civilizado, procedente del este y representado por Stoddard, y el del rudo oeste, donde Valance quiere que su voluntad sea la ley.

El representante de la ley en Shinbone es el comisario Link Appleyard (Andy Devine), un hombre glotón y simplón, sin el fuste necesario para el puesto que ocupa, razón por la cual la sola mención del nombre de Liberty Valance le produce pavor. Pero también en esa población vive Tom Doniphon (John Wayne), un duro que conoce perfectamente el mundo de la frontera oeste, pero que pondrá su voluntad y manejo de las armas al servicio de la ley y el orden.

Con estos personajes, más el del editor del periódico local  Shinbone Star,  Dutton Peabody (Edmond O'brien), quien hace de la libertad de prensa la causa de su vida, y el de la bella cocinera Hallie (Vera Miles), construye Ford una de las películas que se han convertido en una epopeya del cine de todos los tiempos. En  El hombre que mató a Liberty Valance  el director irlandés no nos sorprende con esos imponentes paisajes de Monument Valley, a los que recurrirá en otras de sus cintas, como  La Diligencia  o  Centauros del desierto,  sino más bien con la presentación de un dilema que no ha perdido un ápice de actualidad.

Cuando el abogado Stoddard llega a Shinbone, viene con la idea de que la ley es el principio supremo que debe regir la convivencia y que la educación es la base de la ley y el orden. Él repudia los métodos expeditivos para resolver los problemas que hay en la frontera oeste, porque piensa que no son propios de personas civilizadas. Pero Doniphon le recuerda una y otra vez que además de libros de leyes y altos ideales, hace falta la fuerza del revólver para poder acabar con lo que Liberty Valance representa, un argumento que el letrado rechaza. Sin embargo, la misma realidad de las cosas va a hacer que, poco a poco, el abogado mismo tenga que cambiar su mentalidad y recurrir al revólver para enfrentarse a Valance, que quiere acabar con él. Es un duelo desigual, porque un hombre de letras nunca podrá tener la misma destreza que tiene un cuatrero en el uso de un arma. Y ahí es donde interviene decisivamente Tom Doniphon. Finalmente, la ley y el orden se instaurarán en Shinbone porque un rifle se puso del lado de la ley y el orden.

El mensaje que transmite la película de John Ford es que aunque la ley tenga la razón de su parte, necesita de la fuerza para poder implantarse. Sin ésta, aquélla solamente es un bello ideal sin ninguna posibilidad de salir adelante, dado que la iniquidad tiene recursos más que suficientes para acabar con ella. La obra de Ford también nos recuerda que cuando la autoridad constituida es débil, no es más que una caricatura incapaz de hacerse valer ante los desafíos que plantea quien desprecia a la ley.

La película de Ford se puede entender como un alegato contra todos los pacifismos de cualquier clase, que quieren resolver todas las provocaciones con las armas de la palabra, la razón y la educación solamente, al mostrar que tales recursos nada pueden hacer frente a la fuerza bruta, como muy bien se puso de manifiesto con el auge del nazismo en Europa, en la década de los años treinta del pasado siglo.

Y es que podemos tener las mejores leyes, los mejores intérpretes de esas leyes y todos los estamentos legales y democráticos con que queramos proveernos, pero llega un momento en el que hace falta algo más y ese algo más es la fuerza para hacer que la ley se cumpla, porque el principio de que la educación es la base de la ley y el orden es válido siempre y cuando haya buena fe y disposición, pero se estrella ante la mala voluntad.

En Europa, después de muchos años en el que cada vecino respetaba al de al lado, ya estamos asistiendo, con el conflicto de Ucrania, al planteamiento del dilema de Ford entre nosotros. Frente a las condenas verbales y pequeñas amenazas lanzadas desde la Unión Europea, el gigante ruso se mueve como pez en el agua, sabiendo que nadie le parará los pies.

España misma está en una encrucijada similar con el caso de Cataluña, porque la pregunta es qué hará el gobierno, en noviembre, cuando se convoque el referéndum ilegal. Con la actitud del abogado Stoddard de que sólo con palabras se resuelve el desafío a la ley, ésta, o sea, la Constitución, quedará en papel mojado. Con la actitud del duro Doniphon significará que tendrá que echar mano de las fuerzas del orden para impedir que tal consulta se haga, lo cual puede tener consecuencias imprevisibles.

¡Ah! un apunte final sobre la película. En el Saloon de Shinbone no hay coristas ni prostitutas y a la bella cocinera Hallie, Ford la viste como a una puritana. ¿En qué cabeza cabe eso? En la de John Ford, que tenía la suficiente inteligencia como para no necesitar darle relleno artificial a lo que de por sí ya está sobrado de contenido. Por eso tantos directores hoy tienen que echar mano del recurso fácil al sexo explícito, porque sus películas están desprovistas de auténtico valor.
 
(Tomado de Protestante Digital, artículo del Pastor Wenceslao Calvo)

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