La tragedia de Once y la lucha contra la corrupción

Autor: Raúl Scialabba *

Todavía nos sentimos dolidos y perplejos por la muerte sin sentido de más de cincuenta personas y por los cientos más que sufrieron serias lesiones en la tragedia ocurrida en la Estación de Once.Esta crónica anunciada, no es más que el resultado y la consecuencia de lo que hechos de corrupción, desprecio por la dignidad y la vida humana, falta de responsabilidad y desidia pueden producir sobre indefensas personas.Cómo explicar sino el comportamiento de aquellos que debían haber revisado equipos y materiales ferroviarios empleados a diario.Cómo justificar la falta de control a los subsidios otorgados con fondos públicos para que fueran aplicados a la prestación de servicios indispensables para el movimiento de miles de personas.

Cuando el dolor desborda y toda una sociedad sufre y pide justicia, más de una persona podrá preguntarse "¿ dónde estaba Dios?".La respuesta es que Dios es soberano y todopoderoso, y no puede hacerse responsable del comportamiento humano cuando Él le dio al hombre libertad y éste elige equivocadamente apartarse de su voluntad.Es sencillo, no cuesta mucho entender que el proceso de corrupción se inicia en la humanidad cuando el hombre traspasa las reglas impuestas por Dios y crea las suyas propias.No sabemos como actuar cuando tanta corrupción nos rodea.

Vivimos agobiados en nuestro país por una corrupción sistémica que infecta todos los estratos de las sociedad. Podría ser perfectamente aplicable a la Argentina el pasaje de Génesis que muestra como era el tiempo de Noé:" Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón sólo era de continuo mal… La tierra se corrompió delante de Dios y estaba la tierra llena de violencia." Génesis: 5, 11.

Hechos como los vividos hace escasas semanas en la Estación ferroviaria de Once en Buenos Aires nos conmovieron profundamente, con su carga de dolor e impotencia.Lamentablemente la opinión pública parece despertar cuando las tragedias nos golpean abruptamente en el rostro.Rápidamente reacciona y se moviliza, pero al poco tiempo el efecto cede y vuelve a sumar otra página de muerte y dolor sin que aparezcan ni responsables ni castigos.La irresponsabilidad y la corrupción vuelven a ganar la partida.La Biblia nos muestra los tiempos de Noé como aquellos que transcurrían sin temor a Dios y así se convirtió en un mundo y una sociedad gobernada por el mal.

A nosotros como cristianos, nos toca mirar y actuar como Noé lo hizo. Actuó como un hombre justo y cumpliendo lo que Dios le había mandado.Se mantuvo incorrupto en un mundo de corruptos.Se pudo haber quedado con el discurso solamente, denunciando el juicio que vendría, pero en el mientras tanto construyó el arca. La mejor denuncia, es la de una vida coherente con lo que se predica.

¿Que haremos ante el sufrimiento de tantos?Tenemos la obligación de expresar nuestra solidaridad, compasión y dolor con los que sufren, pero a la vez, debemos pedir perdón a Dios por no haber actuado con voz profética, denunciando lo que era "una crónica anunciada".Ese perdón debe incluir el de "no vivir como Dios manda", que no es otra cosa que volver a ponerlo en esferas de la vida pública donde fue expulsado; como la sexualidad, los negocios sin moral, el trabajo informal, la investigación científica sin humanidad, las relaciones personales deshonestas, la política sin transparencia, entre otros.Ante situaciones como las de Once, nuestro compromiso debe ser actuar con inteligencia y convicción para generar conciencia, si queremos terminar con la impunidad y con los daños que provoca la corrupción institucionalizada.

Deberemos unirnos además a otros sectores de la sociedad constituyendo una fuerza que demande socialmente, y que logre ayudar a movilizar una acción que lleve a actuar a la justicia.Comencemos a ejercer nuestra responsabilidad tomando el desafío de anticiparnos a los hechos, denunciando la falta de decisión de los gobiernos de turno para castigar los hechos de corrupción, antes de que los hechos sucedan con las consecuencias que provocan.Seamos el primer eslabón de una cadena en donde el protagonismo de la sociedad adquiere una gran importancia.

No podemos ni debemos acostumbrarnos a la corrupción, aunque ésta nos rodee y en muchos aspectos de nuestra sociedad, se haya vuelto algo normal ya que corremos el riesgo de pensar que la mejor manera de sobrevivir, es aceptarla.No es la opción válida para personas de fe. Podemos sentirnos dolidos, sobrepasados por lo que vivimos, pero no debemos claudicar, como no lo hicieron cristianos valientes en todas las épocas y lugares que estuvieron dispuestos a jugarse y a denunciar la injustica y la violencia.Cuando todo parece perdido, es nuestra actitud decidida la que impedirá que seamos arrastrados por la corrupción.

A la denuncia se debe unir el deseo de cambiar los corazones de aquellos que alejados de Dios son agentes de conductas corruptas, predicándoles el mensaje eterno del Evangelio. Debemos llegar al convencimiento que hoy, más que nunca en la Argentina, todos los esfuerzos que podamos hacer los cristianos por evangelizar y llamar al arrepentimiento a nuestros conciudadanos, seguramente serán pocos.Prioricemos la evangelización como el camino idóneo para llamar al arrepentimiento a tantos que dejan a Dios afuera de sus vidas y conductas.Reafirmemos en nuestra vida diaria lo que la Palabra nos pide, viviendo en integridad, de manera solidaria y sobre todo predicando a toda hora y todo tiempo su Evangelio, en la seguridad de que " nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia."2 Pedro 3:13.

* Asociación Bautista Argentina. Artículo tomado de www.valoresreligiosos.com

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