Adoración, comunión y testimonio

Tres hombres de Dios, tres características bien definidas.

Dios es el autor y consumador de la Fe. Dios es eterno. Creó el universo, creó al hombre y puso en su corazón una poderosa semilla de Fe para que confiara en El y dedicara su vida sólo a El.

La Fe aparece en los comienzos de la Historia. La Biblia nos habla de Abel, hijo de Adán y de Eva, quien fue a presentar una ofrenda de adoración a Jehová. Dice la Palabra:

"Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda". (Génesis 4.4).

Aún no había revelado Dios a Moisés la Ley, ni siquiera había nacido Abraham, no existía Israel como pueblo pero vemos una persona de quien no se nos dice quién le enseñó a presentar ofrendas a Dios. No se nos dan más detalles, pero queda bien en claro que el Señor miró con agrado primero a Abel y luego su ofrenda. Abel eligió lo mejor para presentar a Dios. A Dios le agrada que le demos lo mejor, y lo mejor que tenemos es la vida que Dios nos ha dado, nosotros mismos, para ofrecernos diariamente a El.

La Palabra de Dios declara:

"Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren".  (Juan 4.23-24).

Abel es símbolo de verdadera adoración.


En Génesis 5.21-24 La Biblia nos habla de alguien de quien se lo menciona aparte de esta cita, en Hebreos y en la carta de Judas, nada más. Poco pero contundente. Se trata de Enoc, quien caminó con Dios y por eso fue traspuesto y no vio muerte, es decir, hasta hoy -que sepamos- no ha muerto de la muerte que todo hombre muere y después el juicio.

Enoc caminó con Dios, anduvo con Dios, de tal manera fue su comunión con Dios, que Dios se lo llevó. Solamente dos personas no conocieron la muerte física: Enoc y el profeta Elías. Enoc vivió 365 años, creo que esto nos habla de caminar cada día de cada año, caminar con Dios, vivir en comunión con El, permanecer en Cristo.

Enoc es símbolo de verdadera comunión.

Otro de los héroes de la Fe: Noé. (Génesis 6.9,13,18,22 y 7.1,5). Si hubo una persona a la que se encargó una loca empresa, ese fue Noé: Construir un barco donde no llovía, anunciar que iba a diluviar, predicar en medio de una generación comilona y bebedora, ocupada en sus cosas como si éstas fueran permanentes (como ahora) cuando en realidad son pasajeras, efímeras.

Jesús dijo que en los días de Noé "comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento y luego vino el diluvio y los destruyó a todos..." (Mateo 24.38-39).

Sin embargo, Noé hizo todo de acuerdo a lo que Dios le mandó.

Noé es símbolo del verdadero testimonio.

Creo que Abel tenía algo de Enoc y de Noé, así cada uno de estos tenía también en su vida las cualidades que sobresalieron en los demás. Se destacaron:

Abel en la adoración a Dios.
Enoc en la comunión con Dios.
Noé en el testimonio de hijo de Dios.

Una persona que tiene comunión con Dios le adora, y su testimonio es consecuencia de la vida que lleva, un adorador tiene comunión con Dios y por eso lo adora, lo conoce y lo va conociendo más y más.

Es imposible adorar a quien no se conoce. ¿Será por eso que muchos cristianos aún hoy, congregándose, no son capaces de expresar adoración a Dios?

Abel era hijo de los primeros seres humanos, de los primeros desobedientes, sin embargo él fue un adorador y podemos decir que pagó con su vida el precio de su adoración. Hermano de un hombre violento quien lo mató ardiendo de envidia y celos.

Enoc a lo largo de su vida pudo ver a los demás eligiendo vivir en la maldad, que ya iba en aumento, sin embargo él caminó con Dios y no vio el recrudecimiento de la maldad en las generaciones posteriores a él.

Noé vivió en medio de una generación maligna y perversa pero obedeció a Dios dando testimonio poderoso de su Fe  y heredó la justicia de Dios.

Debemos ser como ellos. Sin dejar de mirar a Jesús el autor y consumador de la Fe.

Se recomienda leer Hebreos 11.4-7

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