Renacidos de la Palabra

Lectura bíblica: 1º Pedro 1.22-2.1-3

Nuestra existencia natural se debe a la palabra hablada del Creador y el aliento de vida que insufló en nosotros:




“Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…;” (Gén.1.26) y “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. (Gén. 2.7).

Asimismo nuestro nuevo nacimiento se debe a la Palabra de Dios y a la activación del poder del Espíritu Santo. Nuestros espíritus se vivifican en la Presencia de Dios. El pecado ha producido muerte espiritual, así lo declara la carta a los Efesios:

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2.1-3).

Pero la salvación en Cristo Jesús ha provisto vida espiritual. Esta Palabra es una semilla que ha producido nueva vida en nosotros, la PALABRA DE DIOS que nos ha hecho nacer de nuevo por el poder del Espíritu Santo:

“Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. (Tito 3.4-7).

La Palabra de Dios nos ha hecho también miembros de la nueva creación de Dios, y estamos hablando aquí de personas que se han arrepentido de su antigua vida de pecado, que han lavado sus vidas en la sangre vertida por Cristo en la cruz, que han decidido caminar con Jesucristo como Rey y Salvador de sus vidas y ya no viven más en pecado.

Declara la poderosa Palabra de Dios en la carta a los Corintios:

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2º Corintios 5.17).

Este término “nueva criatura” viene de kainos, que quiere decir nuevo, no usado, fresco, novedoso. La palabra designa lo nuevo en cuanto a la forma o calidad, más bien que nuevo en relación con el tiempo, un concepto que implica neos.

El poder de la Palabra de Dios se manifiesta por encima de todas las cosas en esto: da vida espiritual a todos los que reciben su verdad, sana los enfermos, resucita a los muertos, libera a los endemoniados, llama a lo que no parece ser como lo que es, hace florecer la vida donde había muerte, crecen ríos donde había desierto, hace todo nuevo!

“El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad…,” (Santiago 1.18). La Palabra de verdad es el medio por el cual Jesucristo nos ha hecho renacer, nos ha dado nueva vida, lo ha hecho así en su gran amor y misericordia, lo ha hecho así, por la locura de la predicación ha querido salvar a los verdaderos creyentes, por su soberana voluntad.

La voluntad de Dios para salvarnos ha sido eficazmente expresada en su Palabra, su Palabra realiza la obra de la salvación:

“…así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.”
(Isaías 55.11).

Por eso es tan importante, por eso es FUNDAMENTAL buscar, hurgar, escudriñar, investigar, indagar, en la Palabra de Dios, en las Escrituras, leer, preguntar, anotar, subrayar, y permitir que el ES haga la obra a través de su Palabra.

En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios. (Juan 1.1).

La Palabra purifica nuestros corazones por la obediencia a ella, la Palabra de Dios es la verdad, y la acción del Espíritu Santo, teniendo como objetivo la manifestación del amor fraternal sincero, real, no fingido, amor que sale de las mismas entrañas, de un corazón puro, del interior de una persona que ama a Dios y ama a sus hermanos.

Pues hemos renacido por la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios es la que nos sostiene y las promesas de Dios contenidas en su Palabra son una firme esperanza mientras vamos viendo su concreción y esperamos el cumplimiento final de toda la Palabra de Dios.

Es tiempo de desechar toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias. despojándonos del viejo hombre, siendo hacedores de la Palabra, no tan sólo oidores.

Con un deseo profundo y verdadero como el niño desea la leche materna para alimentarse, deseando la Palabra, la leche espiritual no adulterada porque con ella crecemos para salvación, edificación, santificación.

EB

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